No basta la consulta psicológica.


No basta con la consulta psicológica


El suicidio se ha convertido en uno de los principales problemas que enfrentan las juventudes del siglo XXI. No es un tema sencillo de abordar, pues está marcado por múltiples factores, entre ellos:
  • La creciente necesidad de utilizar internet.
  • El acceso cada vez más fácil a las tecnologías digitales.
  • La conformación de familias monoparentales.
  • La exposición temprana a redes sociales.
  • Las ideologías contemporáneas en torno al género.
  • Entre otros.

Todos estos elementos contribuyen al deterioro de los vínculos presenciales, los cuales son vitales para el desarrollo psicosocial del ser humano. Al mismo tiempo, exponen a los adolescentes a un juicio externo constante sobre su desarrollo físico, emocional y social, situación que afecta particularmente a las mujeres¹.

La alarmante tendencia suicida ha llevado a los gobiernos a poner mayor atención en la salud mental. Sin embargo, dicha atención suele limitarse a ofrecer servicios de atención psicológica. Aunque estos esfuerzos son valiosos, resultan insuficientes, pues la incidencia del suicidio continúa en aumento.




De acuerdo con datos del INEGI, el suicidio ha experimentado un crecimiento significativo desde 2017, año en que se consolida el “boom” de las redes sociales. Esto evidencia una correlación incuestionable entre el uso masivo de internet y la sobreexposición del individuo.

Es preocupante observar cómo la política pública sobre este grave y lamentable problema se restringe casi exclusivamente al ámbito de la salud mental, el cual, en la práctica, se reduce a consultas psicológicas gratuitas o de bajo costo.

Otro factor que agrava la situación son ciertos talleres de “desconstrucción”, que en lugar de fortalecer a la persona, terminan debilitando los vínculos intrafamiliares que constituyen un núcleo fundamental de pertenencia para el individuo.

Estas acciones, convertidas en política pública, han demostrado ser ineficaces, pues los suicidios no solo no disminuyen, sino que van en aumento.

¿Cómo debemos empezar a abordar este problema? A través del análisis de los derechos de niñas, niños y adolescentes, así como mediante la creación de mecanismos jurídicos más estrictos que obliguen a las empresas responsables de las redes sociales a reforzar las medidas que limiten el acceso de menores a estas plataformas.

Y eso sería apenas el primer paso ya que en lo que se reconstruyen los tradiciones roles familiares para un correcto desarrollo psicosocial es necesario la integración de educación socioemocional en la educación básica.



1.Cf. Melissa C. Mercado, «Trends in Emergency Department Visits for Nonfatal Self-inflicted Injuries among Youth Aged 10 to 24 years in the United States, 2001-2015 », JAMA 318, n. 19 (2017), pp. 1931-1933.


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